martes, 21 de septiembre de 2010

LOS PATIOS DE TOLEDO

(Patio de la calle Sillería)

"...para los que no sabían apreciar el arte
que encierran sus muros, la ciudad de Toledo
no era más que un poblachón destartalado,
antiguo, ruinoso..."

El beso, G.A. Bécquer.

Toledo se ha vestido de gala con motivo de la celebración del Corpus Christi. Durante la semana de festejos, junto a los vistosos toldos y pendones que adornan el tradicional recorrido de la Custodia, los toledanos y todos los que se han acercado a la capital castellano-manchega han podido disfrutar con la visita de los típicos patios toledanos. Pero cualquier momento es bueno para perderse entre las callejuelas de la ciudad y descubrir muchos de estos patios, que permanecen abiertos durante todo el año.

Los patios del casco antiguo de Toledo surgen ante los ojos del viajero como pequeños islotes donde el tiempo parece haberse detenido; embalsado durante siglos, aún parece resonar entre sus muros, fuentes, balaustradas y artesonados el rumor lejano de épocas diluidas en el ineludible transcurrir del tiempo que en Toledo parece adquirir una velocidad distinta, un paso lento y cansino. Como auténticos pequeños corazones de la ciudad, los patios recogen junto a un silencio sobrecogedor y sombrío el olor de siglos pasados, el sabor añejo de un pasado histórico convertido en recuerdos viejos y polvorientos, transformados en leyendas, en olvidos, en ecos remotos de sigilosas y deslizantes babuchas árabes, de misteriosos y enigmáticos tesoros ocultos de judíos huidos, del chasquido metálico de armaduras medievales, de historias de amor surgidas al abrigo del desolador sol castellano o de las hermosas lunas de verano.

Junto a la monumentalidad de la vieja ciudad castellana, arrasada en verano por un sol implacable, los patios del casco antiguo de Toledo encarnan la otra cara de la belleza de la ciudad. Pequeños rincones, ocultos a la mirada del turista, refugios contra el sol y contra el tiempo, estos patios representan la belleza oculta de una ciudad que rezuma historia en cada rincón, en cada esquina, en cada plaza. El frescor de las fuentes y los pozos, de los aljibes, de las innumerables plantas que como vergeles contrastan en verano con el calor del exterior.

Del blog: mitoledo

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