jueves, 8 de marzo de 2012

REFLEXION

Ha tenido que ser un querido y buen amigo que me haga ver, en cierto sentido, que las cosas sencillas y mundanas son fundamentalmente importantes. Charlábamos sobre el trabajo que estoy llevando a cabo con la recopilación de datos de los antiguos patios de Ceuta, trabajo éste en el que le tengo metido de lleno, pues le hago partícipe de todos mis adelantos, satisfacciones, algún que otro contratiempo, e incluso de pedir su opinión en ciertos escritos sobre el tema cuando me acecha alguna duda. Pues bien, fue él quien, en sencillas pero acertadas palabras me hizo ver que mi entusiasmo es el reflejo natural de estar haciendo un trabajo en el cual participa al 100% el factor humano. Me abastezco de comentarios, recuerdos muy lejanos, anécdotas, vivencias, etc. de aquellos que han habitado en estos ambientes. No es lo mismo que hacer investigaciones sobre castillos -fue su ejemplo- donde las vetustas y centenarias piedras son incapaces de hablar, como lo hacen mis interlocutores y que dicho por ellos mismos, a veces, les da un vuelco el corazón nada más oír hablar del tema. Nada tengo contra los investigadores, labor muy loable por otro lado, donde hay que superar en muchos casos el trabajo en solitario y la perseverancia que es lo único que le llevará a resultados exitosos. Yo por suerte, aunque en solitario también, tengo gratificaciones diarias, que son las que me aportan ese entusiasmo que ahora hace 2 años empezó tímidamente. He aquí pues, la clave de mi éxito personal, que no literario. Estar satisfecho de lo que uno está haciendo como trabajo, ya sea éste profesional como sustento o de ocio, como es mi caso.

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